En el siglo XXI, las sensaciones han tomado un rol muy protagónico, de hecho, sin ir más lejos, han tenido un rol epistémico (conocimiento), que antes no gozaba.
La fenomenología es la rama filosófica que centra su conocimiento en la intencionalidad. Por otro lado el positivismo lógico avala las ciencias. Ambas no consideran las sensaciones con un rol epistémico, sino más bien, un ingrediente para llegar a ese ansiado conocimiento.
Sin embargo, en la época en que vivimos, cada vez más las sensaciones tienen protagonismo epistemológico, ya que el “sentir algo” me confirman que nuestras creencias son verdaderas.
Un ejemplo claro es cuando confirman, por medio de las sensaciones, que “Dios existe, porque lo siento”, o más bien, que “pertenezco de tal género, porque lo siento”.
Estos ejemplos me reflejan, que las sensaciones son una evidencia individual, (no universal) y están aspiran a ser verdaderas y universales. Estas posturas nos reflejan, a nuestro juicio, que estamos en una crisis de objetividad, por el hecho que las ciencias y la filosofía no han tenido las herramientas suficientes para convencer a la sociedad, que por medio de la razón y el diálogo se puede encontrar la verdad.
Para finalizar, la pequeña reflexión nos ha causado tres preguntas: ¿Desde cuándo las sensaciones han sido un fundamento para confirmar si nuestras creencias son verdaderas? ¿Desde cuándo las sensaciones superaron a la razón como el medio para encontrar esa anhelada verdad? ¿Puede ser posible encontrar un punto medio para complementar la razón con el sentir? ¿Y cómo podemos llegar a tal punto medio?
La historia por si misma o aquellos que me comentan, me ayudarán a encontrar esa respuesta.